Abuso sexual de Niños
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La iglesia Católica Romana figuró en los titulares de los periódicos nacionales cuando fue acusada de albergar pederastas en su alta jerarquía. Arzobispos, cardenales y obispos, supuestamente re-ubicaron sacerdotes que se sabía que eran pedófilos y efebófilos (abusadores de adolescentes) a otras parroquias al mismo tiempo que mantenían sus identidades en secreto –permitiendo así que incontables niños fuesen también abusados. ¿Cual es su alcance? El abuso sexual no es un delito exclusivo de la Iglesia Católica. Estadísticas basadas en denuncias revelan que una de cada cuatro niñas y uno de cada seis niños será abusado sexualmente antes de cumplir los dieciocho años. Miles de niños y adultos sufren en silencio, sin denunciar el delito por miedo, vergüenza y/o culpa infundada. El silencio de la iglesia, así como de los abusados, fomenta que los abusadores de una sola ocasión lleguen a ser depredadores habituales. ¿Qué es el abuso sexual? Para comprender el daño del abuso sexual, primero debemos definir qué es y cómo afecta a las víctimas. Cualquier actividad sexual promovida por alguien de la misma edad o por un adulto sin consentimiento es abuso, incluyendo los estímulos físicos, visuales o verbales. No es sorprendente que muchos abusadores hayan sido abusados sexualmente. La mayoría son varones, pero cada año se denuncian más casos de abuso femenino. La mayoría de los abusadores son personas a las que la víctima conoce –un miembro de la familia, amigo o figura de autoridad en la que se confía, y están en las Iglesias, tiendas, escuelas, teatros, grupos de boy scouts, en cualquier lugar donde haya niños. Son ciudadanos que pertenecen a cualquier estatus socioeconómico, racial y étnico de nuestra sociedad. 
Autora: Audrey Hector
Como superviviente de abuso sexual en la infancia, puedo testificar personalmente que los efectos del abuso alcanzaron cada aspecto de mi vida –el emocional, físico, social y espiritual. Viví con mentalidad de víctima durante más de treinta años hasta que aprendí a ser un superviviente. Tenía ira contra todos, y temía confiar en alguien. La vergüenza y la culpa llegaron a ser mis perennes compañeros, que me convencían de que de alguna manera yo había promovido la agresión del abusador. Levanté barreras protectoras para evitar el amar y ser amado. Parecía como si mi cuerpo me desafiara, con impulsos sexuales que yo no quería, y por tanto me convertí en mi peor enemigo. Me vengaba contra mi cuerpo, obligándole a compensar su deslealtad por medio de un falso consuelo, fumando, bebiendo y sobrealimentándome. Como los adultos me traicionaron y me humillaron, me volví rebelde, y rehusaba someterme a la autoridad. Refrenaba las relaciones íntimas por miedo a que alguien a quien yo amara descubriera mi secreto. Debido a que algunos de mis abusadores eran miembros “prominentes” del clero, yo no podía confiar en un Dios que parecía indiferente a mi sufrimiento y que permitió que unos adultos abusaran de mí. Tenía miedo de ese tipo de amor, así que rechazaba a Dios y el consejo de la iglesia. Sufrí en silencio durante más de treinta años hasta que se hizo imperativo que yo enfrentara el tema del abuso sexual en mi vida. No podía llevar la carga y el dolor yo sólo. Tuve que enfrentar el pasado, tratar con las heridas y aprender a vivir el presente. Las “herramientas protectoras” Que escogí cuando era un niño abusado de doce años –ira, amargura y negativa a perdonar- me causaron más dolor que alivio, ya que anhelaba amor, aceptación y afirmación. Sin embargo yo no quería perdonar, porque me parecía que perdonar a mis abusadores reducía la envergadura del delito y su necesidad de un castigo. Cualquiera que abuse a otros es culpable de un acto delictivo de lo más sucio, ha cometido un pecado infame y, a los ojos de Dios, ha llevado a cabo un perverso pecado. Sentía que mi deseo de retribución estaba justificado. Es normal estar enfadado cuando una persona inocente sufre las consecuencias que un individuo abusivo le ha impuesto. También es natural ser precavido en cuanto a prevenir más abuso y violación. También Dios está indignado y apenado por el abuso sexual, y Él promete castigar el mal que ha sido hecho y vengar cualquier pecado cometido contra niños. La verdadera justicia sólo puede obtenerse mediante nuestro sistema judicial o dando lugar a la venganza y al juicio de Dios. Yo no hice nada que motivara el abuso –no fue culpa mía. Sin embargo, era responsable por mi negative a perdonar y mi disposición a odiar y hacer daño en vez de amar usando límites sanos. Estaba equivocado al considerar malas a todas las personas por los delitos de unas pocas. La negativa a perdonar, aceptar y recibir amor y tratar de forma constructiva con mi ira y mi temor me estaba haciendo daño a mí, no a mis abusadores. Tenía que dejar de huir de mi deseo de relaciones afectuosas. Este descubrimiento me colocó en una dura batalla –un asunto de vida o muerte. Sentía que estaba asido a la cordura sólo con el borde de mis dedos, mientras mi cuerpo pendía sobre el abismo de la desesperación. Tenía miedo al cambio, pero todavía tenía más miedo al dolor que me acompañaba. Pero esta vez no intenté esconderme de la verdad. Comprendí que el abuso es tan invasivo que la recuperación sería el proceso de una vida. Sólo el pensamiento de dejar la ira y el dolor era tan difícil de soportar que oré a Dios para que enviara a alguien que me pudiera ayudar a llevar la carga y a enseñarme cómo perdonar. Con el tiempo, Dios eliminó el dolor de mi pasado, pero aún estoy aprendiendo a tratar con el presente, que está muy influenciado por mi pasado. Esto es lo que les sucede a las víctimas de abusos. Necesitan compasión, amor, comprensión y aliento para concentrarse en las cosas que han ganado por medio de la adversidad en lugar de permitir que el pasado controle el presente y el futuro. Que sean responsables de sus acciones y su pecado de rehusar perdonar. El mundo puede enriquecerse por sus experiencias y quizás se pueda evitar la continua expansión de este delito. El abuso cambia la vida para siempre, pero la sanidad es possible si se elige vencer la mentalidad de víctima, y trabajar para llegar a ser un superviviente. Más material para leer
[ Si esta información ha sido útil, por favor, considere en oración hacer un donativo para ayudar a costear Los gastos que conllevan hacer que este servicio que edifice la fe esté disponible para usted y para su familia los donativos deducen impuestos. ] Autora: Audrey Hector, ASSIST News Service, Open Doors USA. Audrey Hector está casada y tiene un hijo ya adulto y un nieto. Ella es oradora, escritora freelance y Consejera Laica diplomada a través de la Asociación Americana de Consejeros Cristianos. Como superviviente de abuso, comparte cómo Dios transformó su vida y sanó su roto corazón. Le retamos a encontrar lo que se gana a través de la adversidad en lugar de andar detrás de lo que se ha perdido. Audrey ha presentado un programa de radio “El Matrimonio Ordenado por Dios” y ha escrito una columna, “ En el torno del Alfarero” , para Church News Ella ha obtenido una Licenciatura en Ingeniería Mecánica por la Universidad de California. “Uso y Derechos de Autor” página que concede a los usuarios de ChristianAnswers.Net generosos derechos a poner esta página a trabajar en sus hogares, en su evangelismo personal, en las iglesias y escuelas. Algunas agencies que ayudan en temas de abuso infantil
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