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¿Cómo se obtiene la victoria sobre la tentación?

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Satanás y sus demonios acechan la vida diaria de todos los creyentes ofreciendo todo tipo de seducción con el propósito de inducir al Cristiano a apartarse de su andar con Cristo fiel y obediente. Nadie está excento de los ataques Satánicos, y tampoco nadie puede tener una completa victoria al enfrentarse con el (I Juan 1:8,10), pero algunos Cristianos sucumben a la tentación tan seguido que creen que no tienen ninguna esperanza de victoria. Ellos se desaniman y entran en la tentación rindiéndose sin ningún tipo de esfuerzo por salir. Esta es una desafortunada condición, la cual surge de la desesperación, puesto que ciega al creyente acerca de la maravillosa provisión que Dios ha hecho para que se obtenga la victoria sobre la tentación.

La primera cosa que un Cristiano ha de saber es que Dios nunca es quien le dirige hacia el pecado. El Apóstol Santiago claramente condena la actitud que culpa a Dios por las circunstancias tentadoras (Santiago 1:13-15). Dios puede probar a sus hijos, lo cual es un proceso destinado a purificarlos y fortalecerlos, pero jamás les guía hacia el pecado. Sin ninguna excepción, el pecado siempre es el resultado de una simpática cuerda que la tentación hace sonar en el corazón humano, y el hombre no tiene a nadie a quien culpar sino a él mismo.

De hecho, debe culparse a sí mismo si es que ha de gozar de el perdón. La nuestra es una época en la cual la culpa es siempre derivada a la sociedad, a la presión que ejerce el tiempo que parece cada vez más corto, o sobre cualquier otra cosa o criatura. Si uno ha de ser perdonado, entonces deberá humildemente admitir, "Yo he pecado". Mientras esté buscando algo o alguien sobre quién echar la culpa, será totalmente inútil que trate de combatir la tentación.

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El Cristiano necesita reconocer el rol que cumplen las Escrituras en la victoria sobre la tentación. El Salmista dijo, "En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra tí" (Salmo 119:11). Cuando la Palabra de Dios llega a ser una parte integral en la vida del creyente, le fortalece contra el poder que posee la tentación. Cristo mismo demostró el poder de las Escrituras cuando él mismo se sometió a la tentacién de Satanás citando el Antiguo Testamento (Mateo 4:7). El estudio sistemático y en oración de las Escrituras es un requisito absoluto para vencer la tentación. La Palabra no sólo nos advierte de los métodos de Satanás (II Corintios 2:11), sino que también nos provee del poder que necesitamos ante sus ataques (Efesios 6:11-17).

Otro asunto escencial en la victoria es evitar la tentación. En muchas ocasiones Cristo enseñó a sus discípulos a orar para no entrar en tentación (Mateo 6:13; Lucas 22:40). Algunos creyentes entienden que la tentación no es lo mismo que el pecado, por lo tanto sienten que pueden disfrutar de las sutilezas de la tentación sin recibir daño alguno. Esta conducta viene a ser como un juego en donde uno trata de correr el mayor riesgo sin llegar a ser derrotado por el pecado. Esta actitud es pecaminosa en sí misma puesto que falla en tomar seriamente los mandamientos de Dios concernientes a la santidad tanto en actitud como en acción.

Uno de los pasajes más cruciales en cuanto a la tentación es I Corintios 10:13.

"No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana, pero fiel es Dios que no os dejará ser tentados más de lo que podáis resistir, sino que os dará juntamente con la tentación, la salida para que podáis soportar."

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Este versículo es la garantía de Dios de que nunca permitirá a Satanás llegar muy lejos. La intensidad de la tentación y la vía de escape estarán a la medida individual, y nunca excederá la capacidad del creyente.

Saber que hay una vía de escape, y usar esa vía de escape, son dos cosas distintas. Si uno es ignorante de la palabra de Dios, entonces no podrá reconoer la vía de escape cuando la vea, puesto que no sabrá cómo es que Dios obra. De todas manera, sea que el creyente use esta salida o no, nunca puede decir que la tentación era tan fuerte que hubo de sucumbir ante ella.

Otra promesa es la seguridad de que cada individuo no es únicamente tentado. Aunque no hay dos personas iguales, las tentaciones que enfrenta cada individuo son, básicamente, las mismas que otros han enfrentado. Por ello, la Biblia puede decir que Jesucristo fue tentado en todo igualmente que nosotros, sufrió cada tentación, pero sin pecado (Hebreos 2:18; 4:15-16). El es, por lo tanto, un Salvador que simpatiza con nosotros, conociento por experiencia propia en su carne, la presión que ejercen las tentaciones.

Dado este hecho de que ningún creyente es tentado en una manera única, los Cristianos pueden ayudarse mutuamente y aprender los unos de los otros. Sólo por el hecho de saber que otro Cristiano ha tenido victoria sobre la gula, por ejemplo, puede ser la seguridad para que otro pueda hacer el inteno también de vencerla en su propia vida. El Cristiano que ha crecido en un área específica de su vida espiritual es responsable de ayudar a otros Cristianos que aún tienen problemas en esa misma área. En esta manera, los Cristianos pueden edificarse (o crecer) mutuamente en su fe (Efesios 4:15-16).

La Escritura no contiene ninguna promesa de ayuda para vencer la tentación para las personas que aún no son salvas. De hecho, hasta que esa persona no se arrepienta de sus pecados, y acepte por la fe a Jesucristo como su Salvador y Señor, no tendrá ninguna capacidad de agradar a Dios. Pero aquellos que son salvos, pueden apropiarse del poder y la sabiduría de la Palabra de Dios, descansando en la gracia de Dios, y obtener la victoria aún sobre las más sutiles tentaciones de Satanás.

Excerto de The Bible Has the Answer, da autoria de Henry Morris e Martin Clark, publicado por Master Books, em 1987

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Traducido por Ricardo Daglio

Suministrado por Films for Christ

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